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Desde la primera infancia, el entorno contribuye al desarrollo pleno del individuo.

El desarrollo mental no es algo meramente individual. Los niños, niñas y adolescentes que viven en barrios y vecindarios más empobrecidos (aquellos con viviendas de mala calidad, más pobreza y niveles más bajos de empleo y educación) tienen más probabilidades de desempeñarse peor en la escuela y tener mayores problemas de salud mental.

Hay estudios que demuestran que las desventajas de determinados vecindarios pueden afectar el desarrollo infantil moldeando la estructura y función del cerebro, además de afectar otros sistemas del cuerpo, como el sistema de respuesta al estrés. Se debe a que los vecindarios desfavorecidos aumentan la exposición de los niños y niñas a delitos violentos y aspectos como la contaminación, las sustancias tóxicas y el tráfico, y reducen el acceso a alimentos saludables y escuelas de buena calidad.

En España, las grandes ciudades concentran una gran cantidad de población en situación de pobreza y se caracterizan por una mayor desigualdad, segregación residencial y alto coste de vida. Los entornos menos poblados se enfrentan a dificultades de otro tipo: falta de oportunidades laborales, desequilibrio demográfico, escasa oferta educativa y acceso a servicios básicos y falta de infraestructuras adecuadas. Crecer en la pobreza en grandes áreas urbanas y zonas escasamente pobladas presenta retos diferentes y requiere de políticas distintas.

Las administraciones autonómicas y locales tienen un papel importante que cumplir, dentro de sus competencias, procurando tanto sistema de garantía de ingresos robustos como acceso igualitario a servicios a los hogares con NNA a cargo en pobreza.

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